domingo, 17 de mayo de 2015

Novena a Santa Rita día 6 . 18 de mayo

Un escollo, una esperanza



   Rodeado por el caserío y las montañas, casi al centro del valle, nos encontramos con “el Escollo”, una elevación rocosa llena de abundante vegetación.

   Desde lo más alto del escollo se aprecia la belleza del paisaje y se experimenta una seductora invitación a la alabanza del Creador.

   En la actualidad, los habitantes de Rocaporena se refieren a este lugar con distintos nombres, entre los más usados están: “Escollo de la oración”, “Escollo de Santa Rita”, “Escollo de la Esperanza”.

   Conviene destacar que todas las maneras de llamarlo hacen referencia directa o indirectamente a la misma persona. Es tradición entre los rocanos decir que Rita subía al escollo para retirarse en oración, alimentando así la esperanza de ingresar en el monasterio de las agustinas de Casia.

   Rita llevaba una vida tan rica en oración y en servicio al prójimo que no tardó en descubrir que en su interior estaba aún latente aquel viejo llamado a la vida religiosa.
   Dejándose guiar por el Amor, encaminó sus pasos hacia su deseada Casia.

   Al llegar al monasterio pidió ser admitida en él, pero encontró que en aquella comunidad había una parienta de su esposo, una tal catalina Mancini.

   No olvidemos que los Mancini sentían un gran desprecio hacia Rita debido a que ella se opuso a la venganza, concediendo el perdón a los asesinos de su marido.

   Por eso no debemos extrañarnos cuando la abadesa, temiendo poner en peligro la buena convivencia entre las hermanas, le negó a Rita su ingreso al monasterio.

Con esa respuesta no esperada regresó la Santa a las tareas de siempre. Sin resignarse ante la negativa acudió al Señor pidiéndole ayuda.

   No rezó sola, sino que se dejó acompañar por la intercesión de sus santos más queridos: San Juan Bautista, San Agustín y San Nicolás de Tolentino.

   Fortalecida con la gracia de Cristo y la oración de tan grandes compañeros, emprendió su camino a Casia una y otra vez.

   Un día, después de varios intentos, viendo la abadesa la perseverancia de nuestra Santa, le manifestó que la pacificación de las familias podía ser, sin lugar a dudas, la llave que le abriría las puertas del monasterio.

   Si bien esta respuesta parecía imposible de concretar, dado el endurecimiento de aquellos corazones, brilló para Rita una esperanza.


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