domingo, 17 de mayo de 2015

Una reflexión teológica-espiritual acerca de las pinturas del segundo sarcófago de Santa Rita




Con la espina en la mano y gozo en el corazón

   La pobreza de documentos escritos no es un problema para quienes pretendemos conocer más a fondo a Santa Rita. No lo es gracias a la riqueza pictórica que nos permite ahondar en su vida espiritual y tiene para nosotros valor documental.


   Entre las muchas obras de arte ritiano merecen una especial mención las pinturas del segundo sarcófago de la Santa, realizado en el año 1457, es decir, diez años después de su muerte. 

   Con un estilo propio del 1400, esta obra, atribuida a Pablo de Visso, nos introduce en el corazón mismo de Rita, permitiéndonos un acercamiento más profundo a su rica espiritualidad.

   En el centro del sarcófago podemos apreciar la figura de Jesús que está de pie dentro del sepulcro; sobre su cabeza tiene la corona de espinas y son visibles las llagas de sus manos y de su costado.

   Está representado en el momento de la Pascua, paso de la muerte a la vida. Este Jesús, humillado y glorificado, es el centro de la espiritualidad de la Santa.
   A la izquierda encontramos a Santa María Magdalena ofreciendo el ungüento al Señor, signo visible de que Jesús murió y fue sepultado.

   Por otra parte, la misma presencia de María Magdalena junto al sepulcro nos evoca su encuentro con el Resucitado.

   A la derecha está Santa Rita, vestida de monja agustina, con el hábito tal como se usaba en su época, bien distinto por cierto al que nos hemos acostumbrado a ver en las representaciones posteriores.

   En su genialidad, el pintor profundamente inspirado, representa a Rita ya casi glorificada, irradiando rayos de luz desde su cabeza.  

   Ella que había compartido la pasión del Señor, le entrega el don de la espina, esperando participar con Él en su gloria.

 Como es una constante en casi todas las representaciones de la Santa de Casia, se puede apreciar la llaga en su frente, pero, a diferencia de la gran mayoría sostiene la espina en la mano derecha y está haciendo el gesto de entregársela al Señor.

   Esta diferencia significativa de la iconografía ritiana nos habla de la ya mencionada participación en la gloria de Cristo.

   Es por eso que su rostro está radiante, sereno y gozoso, reflejando sabiduría y fuerza.

   Sobre la tapa del sarcófago está representado el cuerpo extendido de la Santa con las manos en cruz en espera de la resurrección.

   Junto a su cabeza podemos leer el epitafio que destaca las virtudes de la Santa.




No hay comentarios:

Publicar un comentario